domingo, 21 de agosto de 2016

Hogares con corazón

Las Siervas de San José tienen aquí en Manila dos talleres de confección, uno en la zona de Quezon City y otro en el barrio de Mandaluyong.
La fundadora de esta congregación tuvo muy claro desde el principio cuál era su objetivo: formar a las mujeres que emigraban del campo a la ciudad para evitar que su única salida fuera el servicio doméstico o la prostitución y proporcionarles un medio de ganarse la vida y ser independientes.  Desde sus inicios pues, el carisma de esta congregación siempre está ligado al trabajo y a la mujer, hasta el punto que hay un movimiento iniciado para nombrarla patrona de la mujer trabajadora.
Hasta ahora he tenido la suerte de conocer en el terreno un par de estos fantásticos y ambiciosos proyectos: en Perú la casa de la mujer Wasi Nazaret en Checacupe, donde trabajan por la dignidad y la promoción de la mujer campesina. En el Congo donde luchan  por la alfabetización y el desarrollo integral de las mujeres que acuden cada día.
Y ahora he tenido el privilegio una vez más de comprobar que este trabajo es incansable. En los dos talleres de los que hablaba al principio y de los que podéis tener más detalles en el post de Diana, mi compañera de viaje en esta aventura filipina, trabajan mujeres. Las trabajadoras inicialmente eran personas en riesgo de exclusión social o en situación de pobreza.
En los principios recibieron la formación adecuada para realizar su trabajo (que hacen con verdadera maestría y perfección), pero más adelante el proyecto fue a más y se iniciaron los pasos para que pudieran tener un hogar digno. Se organizaron cooperativas, y voluntarios laicos relacionados estrechamente con la congregación, diseñaron los planos e infraestructura de las nuevas viviendas que tenían como propietarias siempre a las mujeres. Se hicieron varias fases que hemos tenido la suerte de visitar en esta ocasión.
La primera de todas fue la de las trabajadoras del Taller de Mandaluyong.

Una puerta verde algo desconchada con la inscripción Saint Joseph Homes Community se abrió para invitarnos a pasar. Yo no tenía ninguna idea previa de lo que había al otro lado, nunca me gusta viajar con ideas preconcebidas, intento en la medida de lo posible que mi mente llegue abierta y limpia para recibir y asimilar lo que encuentro sin filtros ni corsés. Una calle estrecha con una hilera de casas a cada lado era el escenario donde mujeres y niños nos recibieron con rostros expectantes y curiosos, agradecidos y amables. Los niños nos miraban como sólo ellos saben hacerlo: sin disimulo y con cierto recelo hacia esas mujeres tan blancas y distintas, pero unos cuantos gestos bastaron para que esa curiosidad y recelo se tornaran en alegría y durante todo el recorrido nos siguieron de cerca, olvidándose de nosotras solo al final para dedicarse a sus juegos. Uno de ellos había comprado por cinco pesos (unos diez céntimos) un cangrejo ermitaño que luchaba sin ninguna posibilidad por escaparse de sus manos mientras se lo pasaban unos a otros como un juguete sin pilas ni batería.
¿Qué es un hogar?
Seguro que si a nosotros  nos pidieran dibujar un hogar pondríamos en él unos sofás mullidos con muchos cojines, una cama inmensa con sábanas blancas suaves y perfumadas, un gran ventanal con unas vistas paradisíacas, todo un despliegue de aparatos tecnológicos, una chimenea, o una buena calefacción o un refrescante aire acondicionado,...cada uno en función de sus gustos. Pero me atrevo a afirmar que hay muchas casas así que tal vez son dignas de una revista de decoración pero que nunca serán un hogar como los que pude ver allí.

Día de colada





















En un país en el que hay mucha gente durmiendo en las aceras, debajo de puentes y pasos elevados, con un clima lluvioso y con un calor húmedo que te vence y te agota como si te estuvieras derritiendo por todos los poros de tu piel, un hogar es un techo, unas paredes, un ventilador, una cocina con algo que cocinar todos los días y una gran familia.















Un día estas casas fueron habitadas por las  trabajadoras del taller, la mayoría de ellas solteras, pero aquel decorado dio paso años después a lo que encontré en esta comunidad: una vida bulliciosa, con más de veinte niños que se criaban juntos, que jugaban y, a veces,se peleaban, para después hacer las paces y abrazarse sin rencor como muchos de nosotros (los que tenemos cierta edad) hacíamos en nuestra infancia, huérfana de tecnologías pero con una familia numerosa que incluía a nuestros amigos, sus hermanos, sus padres, que también nos "educaban" cuando nos extralimitábamos, los abuelos compartidos por todos,..
Inseparable su máquina de coser

Esta propietaria, trabajadora jubilada de
los talleres, ayuda su economía con esta tienda en su
propia casa



Sus dueñas nos enseñaban orgullosas sus hogares, humildes pero cuidados con esmero (la mayoría). Con necesidades, pero con imprescindibles. Todos con sus cortinas anudadas al estilo filipino y una buena provisión de arroz, que aquí es el rey de la mesa en todas las comidas a lo largo del día.

Despedida entrañable

También fuimos a las otras viviendas; las de las trabajadoras del taller de Quezon City. Las primeras se construyeron antes de que Taller de Solidaridad llegara aquí pero las otras ser realizaron gracias al esfuerzo de sus propietarias y con una dosis importante de ayuda merced a la generosidad de todos los que de una manera u otra, formamos parte de la gran familia solidaria de TdS en España.
Una calle sin asfaltar y pedregosa, con surcos hechos por la lluvia, es el lugar donde nos recibieron sus propietarias para invitarnos rápidamente a pasar a cada una de ellas sin permitirnos saltarnos ninguna. En cada una de ellas nos quitábamos los zapatos pues las condiciones de la propia calle hacen que ese detalle sea necesario para poder mantener la limpieza en el interior.



La colada se tiende de forma muy práctica
para ocupar poco espacio

La calle nunca conoció el asfalto



Nuestras anfitrionas. ¿Quién dijo que a los asiáticos no les gusta el contacto físico y no demuestran sus afectos?






El siguiente grupo de viviendas también estaba formado por una hilera de casa formando una calle que quedaba cerrada, de modo que sólo los vecinos podían entrar en ella. Era domingo, así que todos (madres trabajadoras, padres y niños) estaban allí y nos tenían preparado un recibimiento precioso. Los niños habían ensayado una coreografía (nada parecido a una danza tradicional filipina) y sus madres una merienda espectacular con plátanos cocinados no sé exactamente cómo pero que estaban exquisitos.
Las mujeres una vez más, nos invitaron a pasar a sus casas una por una.
Estas son más recientes que las anteriores, de modo que el aspecto es más nuevo, además muchas de ellas habían hecho mejoras. Es la base de la ayuda a la mujer; cuando ella promociona y prospera su situación, repercute en toda su familia: en la educación de sus hijos, en el cuidado y atención a los mayores, en la higiene, la alimentación,...
Y estas casas son un ejemplo absolutamente gráfico de ello.
















Tengo que confesar que ser recibida de esa forma me produce cierto pudor; es como si estuvieran esperando a alguien importante y me hubiera colado yo en lugar del personaje. Pero el cariño de sus gestos, la complicidad de sus miradas y sus palabras, hicieron que esa sensación desapareciera. Tanto mi compañera diana como yo, recibimos y agradecimos esas atenciones como lo que eran, una muestra de amistad, reconocimiento y gratitud a todos los que, desde España colaboraron en la construcción de estas viviendas y siguen aportando sus granitos de arena en otras partes del mundo para que los que no tienen la fortuna que hemos tenido nosotros puedan permitirse el lujo de seguir soñando un futuro mejor para ellos y los suyos


Llegar aquí y conocer los rostros de estas personas es un privilegio y un acicate para seguir una labor que lejos de perderse en el camino, llega directa al corazón de estas personas y a sus hogares que son la garantía de una vida mejor y de unos sueños cada día más dulces y prometedores. En nombre de todos ellos
                                                         ¡Gracias! ¡Salamat!


No hay comentarios:

Publicar un comentario